Comentario
Según los datos del carbono-14, alrededor del año 3600 a. C. empieza a cambiar la fisonomía de la cultura de Negade I, lo que ha de atribuirse a la penetración en sus dominios de nuevos elementos de población. Estos cambios son lentos, graduales, no comportan una ruptura brusca con la tradición, pero a la larga se hacen sensibles, hasta tal punto, que algunos investigadores rehusan el empleo del término de Negade II y prefieren llamar Amratiense a Negade I y Gerzeense a Negade II. Como todo ello es sólo cuestión de nombres, seguiremos usando la nomenclatura tradicional, no sin antes advertir que durante este nuevo período se perfila ya el futuro del Egipto histórico.
Veamos, primero, cuáles son los elementos distintivos de la cultura material, empezando por la cerámica. La de borde negro va haciéndose rara, y más aún la pintada de blanco. En lugar de ellas se impone una cerámica hecha de arcilla fina, mezclada con arena, profusamente decorada (D-ware =decorated ware, según la teminología de Petrie). Sus productos son muy sólidos, cocidos hasta alcanzar un sonido metálico a los golpes de uña, y de superficie muy bien alisada, aunque no pulida. Sobre esta superficie se pinta en rojo acastañado una decoración que puede consistir en ondas, espirales, manchas que imiten el moteado de una bonita piedra natural o bien figuras de hombres, animales y, sobre todo, barcos.
Son también muy abundantes unas vasijas alargadas, provistas de dos pestañas o asas onduladas, situadas una a cada lado de la panza o del hombro; es la llamada cerámica de asas onduladas (W-ware = wavy-handled-ware).
Otras variedades apenas se distinguen de la cerámica roja de Negade I, a no ser por alguna forma nueva, como es la de los vasos con pitorro.
Hasta aquí observamos una natural continuidad. Los barcos, tan abundantes en la cerámica decorada, sólo indican que la gente se interesa mucho más que antes por el tráfico fluvial. También hay una cerámica que se sale de lo corriente hasta ahora y se presta a ser interpretada como propia de un grupo de intrusos. Son cuencos decorados con incisiones que después de cocido el vaso se rellenaban de pasta blanca, buscando el contraste con el negro del vaso. Llámase cerámica negra incisa de Negade II, o simplemente cerámica N (N-ware = black-incised-ware).
Pasando de la cerámica a la piedra, las paletas de afeites de Negade II tienen forma de rombo muy alargado, con dos cuernecitos o una cabeza de animal en uno de sus extremos; también las hay en forma de animal entero.
Otra novedad curiosa, que apunta con fijeza a unas primeras relaciones con Mesopotamia, es la aparición del sello cilíndrico, completamente desarrollado en unos casos, en forma de cuenta cilíndrica en otros, pero provista de algún motivo grabado que bastaría para su empleo como sello de identidad.
A diferencia de Mesopotamia, donde ya en la época de El-Obeid se conoce tanta arquitectura, el Egipto predinástico ofrece escasísimos restos de edificios. Ello se debe en buena parte a que los poblados se encontraban en pleno valle fluvial, donde ha sido imposible hasta ahora buscar sus restos. Se sabe que a partir de pellas de barro se desarrolló una arquitectura de adobes rectangulares, moldeados en marco de madera, de los que han encontrado muestras en Badari y Máadi. En esta última localidad se han descubierto también fondos de edificios rectangulares, cuyas paredes estaban hechas, en opinión de los excavadores, de ramas de tamarisco revestidas de barro. Es de creer también que hubiese construcciones de esteras, montadas en cañas. Una casa de adobes es probablemente la reproducida por un modelito de El Amrah. Tiene en uno de sus lados largos una puerta de ancho dosel y en el lado contrario dos ventanucos situados a bastante altura. Plantas de casas tan sencillas como ésta, simples rectángulos con un vano de puerta, darían lugar en la escritura jeroglífica al signo que significa casa.
Los elementales principios de escultura establecidos en el badariense, tanto para estatuillas independientes como para remates de peines y cucharillas, e incluso para recipientes teriomorfos como los de forma de hipopótamo, se hacen ahora algo más amplios sin que la continuidad se rompa. Persiste, en efecto, la dicotomía entre una tendencia realista y otra semiabstracta, en la que la figura humana prescinde de los brazos y reduce las dos piernas a un apéndice en forma de cuña o las reemplaza por un pedestalillo. Muy del gusto de la época, y quizá donde ésta alcance mayor originalidad y garbo, son las figuras con los brazos levantados, no sabemos si de bailarines, orantes u otra cosa. Es una actitud frecuente también en la cerámica pintada, tanto de Negade I como de Negade II.
Las talladas en marfil presentan a menudo incisiones rellenas de pastas de colores o figuras pintadas, posibles tatuajes o simples adornos adicionales. La figura humana completa, o sólo su cabeza, puede servir de remate al lomo de un peine, si bien lo más corriente para este fin sigue siendo, ahora como antes, el pájaro y el cuadrúpedo.
Se mantiene el interés por el hipopótamo, verdadera despensa de sustancias nutritivas, por los bueyes y por otros animales domésticos, y asoman como novedades el león -tendido y tranquilo, a diferencia del león sumerio, casi siempre rugiente y amenazador- y también el halcón, quizá ya personificación de Horus. Recordemos al efecto que los egipcios llamaban tiempos de los reyes servidores de Horus a toda la época anterior a la unificación del país. Fieras y animales domésticos adornan también los mangos de las cucharillas, que son las primeras obras maestras del arte del marfil.
Pese al enriquecimiento del repertorio de temas, en poco o nada se adivina cuál va a ser el futuro estilo egipcio. Algo potencialmente tan expresivo como había de ser el relieve ni siquiera se roza por vía de ensayo, pues los adornos de algunos vasos de piedra no pueden valorarse en tal sentido, sino como aditamentos plásticos.
La pintura egipcia más antigua que se conoce aparece en la cerámica de Negade I. En sus característicos trazos de barniz blanco, la cerámica de líneas blancas cruzadas, la C-ware, ofrece un esquemático muestrario de hombres, leones, elefantes, hipopótamos, bueyes, cocodrilos, gacelas, etc. La fauna silvestre del río abunda tanto o más que la de la estepa. Los animales suelen estar pintados a tirones, con trazos rígidos, como si el pintor se hubiese inspirado en trenzados o en otro arte popular cuyo instrumento no fuese el pincel, sino el punzón, el buril o la aguja. Ya hemos dicho que los ornamentos geométricos predominantes en esta cerámica recuerdan a labores de cestos y de esteras; lo mismo es aplicable a las figuras de animales. Los hombres escasean y están dibujados también como monigotes. En algunos casos se les ve con los brazos levantados, en compañía de mujeres. Lo normal, sin embargo, es que las figuras se yuxtapongan, sin compenetrarse, sobre todo los animales.
En la época de Negade II la cerámica pintada experimenta un auge extraordinario. Sus productos, ahora decorados con pintura roja, se difunden por todo el país, desde Nubia hasta el Delta, si bien la mayor densidad de los mismos corresponde al Alto y Medio Egipto. Esta circunstancia, sumada al hecho de su gran uniformidad, ha dado pie a que algunos la consideren exponente de un arte inspirado por una corte real, un arte áulico, anterior al de la Unificación y precursor inmediato de éste.
Las escenas con figuras adquieren ahora una función primordial. Abundan entre ellas los barcos de muchos remos, con algunos de sus tripulantes, cabinas y estandartes; los abanicos de palma; las palmeras, y los grupos o hileras de avestruces, gacelas y otros animales de la estepa, ahora en franco predominio sobre los del río. El estilo, la ejecución y la constante repetición de estos motivos hacen creer que en su día no fuesen exclusivos de la cerámica, sino que provengan de un arte de mayor envergadura, el de la pintura mural.
Desgraciadamente, no ha llegado a nosotros ninguna muestra de la decoración de casas y santuarios de la época. Pero de lo que ésta pudo haber sido dan una remota idea los muros de una cámara funeraria de Hierakónpolis, pertenecientes sin duda a esta época. En ellos se encuentran pintados de blanco, negro y pardo, sobre fondo ocre, barcos de distintos tipos, con sus cabinas, enseñas y timoneles; rebaños de animales; hombres luchando entre sí; cazadores; un hombre entre dos leones rampantes, la versión más antigua del domador de animales que ofrece el arte egipcio, donde nunca alcanzará el arraigo que tuvo en Mesopotamia y en otras áreas; una rueda, rodeada de cinco cápridos vistos de perfil; hombres con los brazos extendidos en postura de ritual o de danza... También aquí, como en la cerámica decorada (D-ware), la fauna de la estepa parece interesar más al hombre de la época que la del río.
Las pinturas y grabados rupestres de los desiertos oriental y occidental constituyen otra manifestación interesantísima. Su parecido con la cerámica y con estos murales indican que si no todos ellos, muchos de estos grabados pertenecen a la época de Negade II. Los estilos son muy homogéneos y la temática-barcos, animales de la estepa, hombres esquemáticos- pertenece al mismo mundo figurativo. Winkler, el estudioso que ha catalogado y dado a conocer las manifestaciones de este interesante arte, basó en ellas su teoría de que la clase dirigente de la cultura de Negade II estaba constituida por invasores emparentados con los sumerios. Después de una momentánea aceptación de la teoría por parte de algunos orientalistas, los "eastern invaders" de Winkler han perdido el papel que su defensor pretendía conferirles.
Ni en estos grabados ni en los murales de Hierakónpolis asoma el menor indicio del que será estilo clásico. Se repite, pues, aquí lo observado antes en el campo de la escultura.